Leo en Periodistadigital un artículo sobre la falta de credibilidad que tenemos los periodistas. A propósito de esto me gustaría contar algo que me hizo pensar sobre esta misma idea. Hace unos días fui a hacer unas fotos de músicos callejeros que forman una pequeña orquesta de cuerda. Le pedí permiso a uno de ellos para que no se molestaran al ver que les estaba retratando y no tuvo ningún problema. Sin embargo, al rato el que decía ser el director del conjunto me increpó diciendo que no quería que un fotografo les sacara. No estaban haciendo nada ilegal ni en una situación comprometida por lo que le pregunté por qué le molestaba. La respuesta fue clara, "una vez una periodista me hizo una entrevista y luego publicó lo que quiso, que no tenía nada que ver". Habían utilizado su nombre y su imagen para publicar una idea preconcebida que ya tenía esa redactora.
Aunque le expliqué para lo que iba destinada la foto (una insípida fotonoticia sobre el ambiente en un día soleado), el músico mantenía firme su postura. "Yo no me puedo fiar de para qué vas a utilizar esa imágen", me decía. Esta reacción a los miembros de la prensa se palpa en la calle cada día. La culpa es de los profesionales que ejercen su labor de forma mediocre e irresponsable. Los excesos que se ha permitido la prensa creyendo que gozaba de la admiración del ciudadano se pagan y las sufrimos los que venimos detrás. Y visto el panorama, diría que nos va a comer nuestra propia mierda.
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