En el Encuentro Internacional de Foto y Periodismo de Gijón, hoy Emilio Morenatti ha puesto el dedo en la llaga:
la ética. Nos ha dejado perlas como
esta:“He llegado a España y me he encontrado con un ‘borreguismo’ desde el punto de vista fotográfico verdaderamente preocupante por el ‘vale todo’. Monto la foto porque mi periódico me lo está pidiendo, provoco ciertas situaciones e incluso estoy mintiendo”.
Ayer mismo conocí a Morenatti en el aeropuerto de Barajas cubriendo la llegada y declaraciones de los ya ex presos cubanos. Fue una rueda de prensa tras la que el fotógrafo dijo sorprendido:
"Ha sido patético, no sabía que aquí los fotógrafos le decían a los fotografiados qué hacer" en vez de simplemente observar y hacer la foto.
"Hasta he visto a [...] cogerle la mano a un cubano y colocársela con el signo de victoria delante del objetivo". El nombre lo omito aunque no sé muy bien por qué, pero podrían ser muchos. Es doloroso ver trabajando a compañeros, a veces amigos, fotógrafos que admiras y darte cuenta de que le están gritando a los cubanos que levanten los brazos, que hagan el signo de la victoria mirando aquí y ahora que se den la mano....etc. Ahí y en tantas ocasiones.
Siguiendo con la búsqueda de la fina línea entre lo admisible y lo inaceptable me preguntaba qué se debe hacer cuando tienes una foto en la que no has intervenido pero que sí ha provocado el compañero de al lado. Sin salir del mismo escenario, las fotos de Morenatti para la agencia AP que han sido portada en El País e interior grande en El Mundo son un saludo al lateral de la mesa pedido por varios de los fotógrafos que se encontraban en esa habitación. Es decir, las fotos de todos se han hecho según la intervención de algunos. Y ahí es donde chirría un poco el tema. Aunque habría sido preferible fotografiarles haciendo lo que quisieran hacer por iniciativa propia no ha quedado más remedio que registrar lo que ha ocurrido, aunque haya sido provocado por otros. Por eso quizá vaya siendo hora de pedirle a algunos compañeros que dejen de intervenir, que todavía hay quien quiere mirar, callar y hacer fotos, que el fotoperiodismo es inversamente proporcional al
photocall, que tenemos miedo de que esa actitud para conseguir la foto fácil se nos pegue, que antes que la palmadita de nuestro jefe está el respeto a la historia que pretendemos mostrar.
Ahora salgamos a defender nuestra dignidad frente a los abusos policiales o laborales mientras pisoteamos nuestras propias reglas, esas que deberían ser el cimiento de nuestra profesión.