Como todo, un viaje de prensa se puede organizar de dos maneras: la seria y efectiva o la de viaje cachondeo. Acabo de llegar de uno que sin duda corresponde a la segunda opción. La pretensión del viaje era la promoción de cierto producto turístico.
Para organizar un viaje de prensa tipo cachondeo lo que hay que hacer es encargar su convocatoria a un periodista. Así la lista de asistentes además de tener algún que otro plumilla, cámara y fotógrafo se rellenará con sus colegas. De este modo aparecen por allí personajes variopintos como un técnico de sonido sin micrófonos, un fotógrafo con una cámara para disimular que no utiliza, la pareja de aquel, el colega del otro que va a tomar el sol, uno de un gabinete de prensa ¿Cuándo se ha visto a alguien de un gabienete promocionar un producto de otra empresa?... y otros que aunque pretendieran publicar algo sencillamente no tendrían donde. Que nadie vaya a pensar que los viajes así organizados son un porcentaje menor.
Hasta aquí el problema en realidad es del organizador, que se está dejando una pasta en que casi 40 personas se tiren unos días de vacaciones de lujo por la jeta.
El problema viene cuando se asume de tal manera que es un viaje para la diversión que los que vamos a trabajar no podemos. Porque cuando quieres editar o transmitir unas fotos te tienes que ir a tomar unos vinos a tal pueblo para luego cenar en otro y regresar de madrugada teniendo que levantarte a las 6 de la mañana para volver a comenzar la jornada. Al final para currar tienes que robarle tiempo a las escasas 6 horas de sueño que la apretada agenda ociosa te permite.
Por cierto, os recuerdo que el diario El País no permite a sus trabajadores recibir regalos ni viajes gratuitos. De esta manera consigue que no sea la iniciativa privada la que marque su espacio.
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