13 febrero 2007

Christine Spengler

Me ocurre con demasiada frecuencia. Ojeo el libro de algún fotógrafo, unas semanas después de lo que me acuerdo es del texto. Las imágenes se me escapan.

[...]Después de haber dejado la maleta en el hall del hotel, me dirijo a pesar de la hora avanzada, hacia el inmueble destartalado de Associated Press, donde aguarda Horst Faas: el hombre que tiene fama de no dormir nunca.
-¡Eh, señor, quiero ir al frente mañana! -le repito tres veces.
Horst es guapo y fuerte como Orson Welles. Doblado sobre una mesa de luz, lupa en mano, el hombre se endereza y examina mi cara de muñeca japonesa.
Luego me contesta:
-¡Nada más fácil, Baby! ¡Vuelve a las cinco de la mañana!

Es todavía de noche cuando acudo temblorosa a nuestra cita. Horst ya está en pie de guerra. Viendo la única cámara que ostento como un talismán sobre mi pecho, me pregunta:
-¿Y sólo tienes eso para ir a la guerra?
Se dirige hacia un armario repleto de viejas Nikon que han pertenecido sin duda a fotógrafos muertos, cuyas fotografías están enmarcadas en la pared. Son cincuenta y tres, ya, los que han perdido la vida en el Vietnam...
-¡Toma esto! ¡Lo vas a necesitar!
Mi futuro jefe me entrega tres cámaras fotográficas abolladas, un par de botas y unos carretes de película:
-Acabamos de salir del Año de la Rata para entrar en el del Búfalo. ¡Si logras ilustrarme eso te contrato![...]


Christine Spengler, LOS AÑOS DE LA GUERRA.

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